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viernes, 19 de enero de 2018

Nostalgia de un paisaje...

                             



Conducía una mañana,
por una loca carretera de curvas
y no sabía dónde me llevaba.
Escuchaba  el ruido del motor,
la añoranza en mis oídos gritaba
mi música favorita:
Eran acordes de guitarra,
nostalgia que mi corazón arañaba
nostalgia de recuerdos
que en mis oídos resonaban.
Me detuve y pare el coche…
Mis ojos lloraban…
Algún que otro poema
en mi mente recordaba.

La niebla se había quedado dormida
y la mañana despertaba
sobre el lecho de la campiña.
Sobre ella se extendía un capote
del color de  las amapolas.
Los senderos que cruzaban,
parecían  recitar a plena luz del día
y se respiraba un suave perfume,
coqueteaba y me embriagaba,
produciéndome  un éxtasis
que a mi cuerpo elevaba.

A lo lejos…
en lo alto de un cerro,
casitas pequeñas y empinadas
formaban un blanco pueblo.
De pronto, frente a mi mirada…
Me sorprenden unos oscuros ojos
que desafiantes me observaban.
Allí quieta quede,
esperando tras la alambrada.

Por un momento pensé
quitarme el pañuelo de mi cuello
y salir al ruedo a  dar dos pases,
como hacen los toreros…
Me lleve las manos a la cabeza
y no llevaba montera ni sombrero…

Sentí el paisaje  de mi interior
como un sordo rencor del tiempo,
y me fui dejando atrás
la vista de aquel pueblo,
aquel toro y aquellas flores
que había puesto en mi pelo
y…, volviendo a mi mente
todo un misterio de recuerdos



( M. Sánchez, 9-3-2012)

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